Siempre sucedía que en un momento dado uno levantaba la cabeza… y lo veía. Es algo difícil de entender. Quiero decir… Éramos más de mil en ese barco, gente rica viajando, y emigrantes, y gente extraña, y nosotros…
Sin embargo, siempre había uno, sólo uno, uno que era el primero en… verla. Tal vez allí estaba comiendo, o simplemente caminando por la cubierta… tal vez allí estaba ajustando sus pantalones… levantó la cabeza por un momento, miró hacia el mar… y lo vio. Entonces se congelaba, donde estaba, su corazón saltaba, y siempre, cada maldito tiempo, lo juro, siempre, se volteaba hacia nosotros, hacia el barco, hacia todos, y gritaba (suave y despacio): América Luego se quedaba allí, inmóvil como si tuviera que entrar en una fotografía, con la cara de quien la había hecho, América. Por la tarde, después del trabajo, y los domingos, le había pedido ayuda a su cuñado, un albañil, buena persona… primero tenía en mente algo como un contrachapado, luego… se dejó llevar se alejó un poco, hizo la A- mérica…
El que ve América primero. Hay uno en cada barco. Y no hay que pensar que son cosas que pasan por casualidad, no .. .. y ni por una cuestion de dioptrias, eso es el destino. Esas son personas que siempre han tenido ese instante impreso en su vida. Y cuando eran niños, podías mirarlos a los ojos, y si mirabas de cerca, ya podías ver América, ya ahí, lista para saltar, para deslizarse por nervios y sangre y qué se yo, hasta el cerebro y de ahí a la lengua, justo a ese grito (grito), AMÉRICA, ya estaba, en esos ojos de niño, toda América.